Ya quiero amar, ya quiero.
Cupido amar me manda,
y yo, ¡pobre insensato!
desoigo sus palabras.
Se irrita y toma el arco
con la dorada aljaba,
y me provoca, al punto
a singular batalla.
La acepto. Hecho un Aquiles
me ciño la coraza,
y audaz le desafió
con el escudo y la lanza.
Dispara, y hurto el cuerpo;
agótase su aljaba;
y entonces, como un dardo,
él mismo se dispara.
El pecho me atraviesa,
el corazón me clava,
y las fuerzas me roba
y la vida me arranca.
Vano es ya resistirse,
inútiles las armas.
¿A qué tirar afuera
si es dentro la batalla?
Anacreonte
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